Adela Cortina participa en la IV Jornada de Bioética de Eulen Sociosanitarios
“Yo soy y yo mis circunstancias y si no las salvo a ellas tampoco me salvaré yo” dejó escrito Ortega y Gasset, lo que apunta, como señala Adela Cortina, a la dependencia del individuo con su entorno.
La directora académica de la Fundación Étnor, Adela Cortina, ha impartido una conferencia en la IV Jornada de Bioética organizada por Eulen Sociosanitarios que ha tenido como argumento “la fragilidad”.
Somos vulnerables por “lotería biológica” (en la niñez, la ancianidad y la enfermedad), en situaciones de incapacidad y la suprema vulnerabilidad es la muerte. “Somos inevitablemente vulnerables, la fragilidad y la vulnerabilidad nos constituyen”. Por eso, apunta Cortina, el estado de bienestar, como estado de justica, es necesario, “es el que mejor protege de las vulnerabilidades a las personas”.
El vulnerable no es autosuficiente, depende de otros, depende de la fortuna interna y externa a lo largo de su vida. No cabe duda de que los seres humanos somos interdependientes, asegura Cortina, y “la COVID ha demostrado, una vez más, que así es, que las personas y los países necesitamos apoyo mutuo”.
El ser humano, a diferencia de los animales, se caracteriza por su desvalimiento biológico. Nace con una serie de carencias, es un animal dependiente y necesita ir “adaptándose y especializándose”. Es la inteligencia la que le faculta para tener capacidad de prever y transformar las carencias adaptativas en oportunidades vitales. “La inteligencia tiene la función biológica de hacer viable a un ser que estaría condenado a desaparecer”, asegura Adela Cortina.
Sin embargo, apunta la directora de Étnor, aunque la biología y la antropología filosófica reconocen el carácter vulnerable del ser humano, voces autorizadas de nuestros días denuncian que la ética occidental ha intentado obviar la vulnerabilidad, en lugar de asumirla como parte ineludible de cualquier vida buena. Y esta ha sido una opción equivocada. “Efectivamente, occidente ha destacado excesivamente la autosuficiencia y ha obviado la vulnerabilidad y fragilidad como condición necesaria para un proyecto de vida buena”. La mayoría de los clásicos de la filosofía griega intentaron buscar la vida feliz a través de la autarquía, de la autosuficiencia, que se lograría con el ejercicio de la razón. Cínicos, epicúreos y estoicos se esforzarían por alcanzar esa meta renunciando a los deseos, esperanzas e ilusiones, porque al estar en manos de la fortuna generan dependencia y frustración.
En la filosofía moral contemporánea el concepto de vulnerabilidad ha quedado en segundo plano por la gran influencia de la ética kantiana, heredera, en gran medida, del estoicismo. Es fundamental cumplir el deber, fortalecer el carácter, pero eso no está al alance de débiles y vulnerables.
Sin embargo, no fue así en la filosofía de Aristóteles, que apostó por integrar la dependencia de los seres humanos. El hombre no es solo razón, sino la conjunción de inteligencia deseosa y de deseo inteligente. Inteligencia y deseo deben concertarse para lograr una vida buena. El deseo tiene que ser inteligente para lograr alcanzar su meta y la inteligencia tiene que tener el estímulo del deseo para ponerse en movimiento. Conforme a la filosofía aristotélica, la vida buena a la que se aspira se lograría con el desarrollo de las virtudes, a través de la forja del carácter. La vulnerabilidad exige forjarnos un carácter a través del desarrollo de las virtudes éticas y dianoéticas. “Somos animales racionales, vulnerables y dependientes, necesitamos a la comunidad para desarrollar nuestras potencialidades, nuestras virtudes e inteligencia”, expone Adela Cortina.
Sabido que somos vulnerables, ¿se sigue una obligación y deber de ayuda mutua?, se pregunta Adela Cortina. Y apunta a la aparición, en los últimos tiempos, de un conjunto de éticas que han ido trabajando el cuidado, la responsabilidad, el bienestar… Y una que las sobrepasa todas: la ética de la dignidad y la compasión. El conjunto ético más adecuado para nuestros días, en su opinión, porque “una sociedad que abandona a los vulnerables es una sociedad “radicalmente inmoral”.