En un siglo se ha duplicado la duración de la vida de las personas, algo que no había ocurrido en la historia de la humanidad y que no sucede en ninguna otra especie u organismo vivo. La esperanza de vida ha seguido creciendo tras la Covid, lo hace en orden de tres meses por año vivido, y seguirá creciendo. Este cambio demográfico implica una auténtica revolución en muchos órdenes de la vida, social, político y empresarial, y pone en cuestión la consideración de las personas mayores y la actual estructura por edades de las sociedades contemporáneas.
Antonio Ariño, catedrático de Sociología de la Universitat de València, ha impartido su conferencia “¿Para qué sirven los mayores? La prolongación de la vida y su incidencia en la empresa y en la democracia“ en el marco del XXXIII Seminario de Ética Económica y Empresarial de la Fundación Étnor que este curso lleva por título “Empresa y Democracia”. El acto, celebrado en la sede de la Confederación Empresarial Valenciana (CEV), ha sido introducido por Adela Cortina, directora académica de Étnor, y Pedro Coca, su presidente.
Esperanza de vida, longevidad y salud
Asistimos a “una revolución imprevista, silenciosa” que tiene implicaciones ideológicas, sociales y económicas, expone el ponente. Y ofrece datos: la esperanza de vida en nuestro país se ha duplicado desde principios de siglo, de los 33-35 años en 1900 a los 83 años de hoy. En lo que se refiere a la longevidad, (la duración de la vida), también ha crecido desde 1900 debido, fundamentalmente, a la mejora de la alimentación y la higiene.
En la actualidad en nuestro país hay 19.000 personas centenarias o supra centenarias y más de 9 millones con más de 65 años (20% del población). Es la “democratización de la longevidad”, apunta Ariño, “antes solo algunos eran longevos”.
Sin embargo, la salud no ha crecido a la misma velocidad que la esperanza de vida y la longevidad, “viviremos en situación de dependencia entre 5 y 7 años nuestra vida”. Además, se ha producido una “transición epidemiológica”, ha cambiado la tipología de enfermedades mortales y prevalen hoy las crónicas degenerativas.
Sociedad de edades
La sociedad moderna se organiza en función de grupos de edad, “vivimos en una sociedad de edades” y con una secuencia lineal: tiempo para la socialización, para el trabajo y para la jubilación. Esta secuencia, según defienden diferentes autores, genera tensiones y abogan, para un mejor vivir, por un modelo de sociedad multigeneracional más flexible, lo que supone una transformación de la empresa y los negocios.
El catedrático de Sociología apunta también a un cambio social, a superar viejos prejuicios sobre los mayores y a cambiar la visión y el lenguaje porque “cómo nombramos las cosas define como actuamos”. En opinión del ponente, “vemos a las personas mayores desde la perspectiva de la salud y la economía y no como personas y ciudadanos con derechos”.
Empresa y trabajo
El ponente rechaza “mitos”, como aquel que justifica la jubilación forzosa por el remplazo con jóvenes o la consideración de la “nula aportación de los mayores a la sociedad”. Otro mito muy presente en nuestra sociedad es considerar a las personas mayores un coste y una carga. En un mundo con líderes octogenarios en todos los ámbitos -político, económico y religioso- no se reconoce, paradójicamente, la contribución al bienestar social de los mayores. En opinión del ponente, la gerontofobia y el edadismo están muy presentes en nuestra sociedad.
Ariño ha puesto de relieve algunas de las contribuciones de las personas mayores a la sociedad y su participación en todas las ramas de actividad, aunque la contabilidad de este trabajo es “invisible”. Por ejemplo, en el sector agrícola los mayores no se jubilan y mantienen los entornos rurales para el turismo. “Son contribuciones económicas netas al funcionamiento de la sociedad, pero no están visibles en la contabilidad nacional”, explica Ariño, que pone otro ejemplo en el sector de la salud, en el que la mayoría de las personas que cuidan en España tienen más de 65 años.
El catedrático de Sociología apunta también a un cambio radical en el consumo, “que ahora empiezan a ver a las empresas”, y al talento senior, “tenemos que cuidar a las personas que tienen entre 55 y 65 años, recuperar a las que han sido expulsadas del mercado laboral y formarlas en nuevas competencias y habilidades para crear equipos intergeneracionales”. En opinión de Antonio Ariño, estamos ante un nuevo paradigma, “nada justifica en 2024 esta organización secuencial de la vida y se puede cambiar. Las empresas tienen aquí el importante reto de flexibilizar y mover esos límites”.
Ciudadanía
Las personas mayores son más que pensionistas, trabajadores o pacientes, “son personas con todos los derechos de las personas en la sociedad”, afirma Ariño, que plantea la necesidad de una ley global sobre su situación en la sociedad contemporánea que reconozca una carta especifica de derechos. “Se prometió mucho con las residencias y no se ha hecho nada”, asegura, y apunta a un cambio legislativo para tratar a las personas como tales en cualquier momento de su vida y a cualquier edad.
Por último, Ariño destaca que un alto porcentaje de las personas jubiladas desarrollan un importante trabajo cívico. “Creo que vamos a ver mucho trabajo cívico a futuro, las personas mayores vamos a reivindicar mucho, no para nosotros, sino para el conjunto de la sociedad, tenemos que practicar la justicia intergeneracional. Hemos recibido mucho de las generaciones anteriores, debemos mucho a las futuras y no les podemos dejar un mundo peor. El futuro lo hemos de configurar nosotros para hacer mejor la sociedad en la que vivimos”.