Valencia, 24/03/23. América Latina ha quedado desdibujada en el panorama internacional, cada vez más centrado en el Indo-Pacífico y en la guerra de Ucrania, y por sus numerosos problemas internos agudizados por la pandemia. No existe una unidad política ni económica en la región y adolece, también, de presencia en la escena internacional. La región no es un problema para el mundo, asegura Emilio Lamo de Espinosa, pero tampoco es parte de la solución, “está ensimismada, de modo que corre el riesgo de ser irrelevante”. En opinión de Lamo de Espinosa, América Latina es parte “indiscutible” del debilitado “Occidente”, y su presencia es vital para España.
El catedrático emérito de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y académico de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, ha participado en el XXXII Seminario Permanente de Ética Económica y Empresarial de Étnor “Valores humanistas para el siglo XXI: un reto también para las empresas. En su conferencia “¿Existe América Latina?”, introducida por Adela Cortina y Pedro Coca, directora académica y presidente de Étnor, Lamo de Espinosa ha puesto en valor la región y se referido a sus tres grandes problemas: la desigualdad, la corrupción y la violencia. Consecuencia, todos ellos, de un Estado débil carente de instituciones reguladoras y recursos fiscales.
Cultura, política y economía
La lengua, la religión, el derecho y las estructuras de parentesco son algunos de los factores culturales que unifican América Latina y la vinculan con occidente. Sin embargo, no existe unidad política, “los países viven independientes unos de otros”. Los condicionantes geográficos, las rivalidades históricas entre vecinos, los fuertes nacionalismos -hoy populismos- e ideologías diversas y la inexistencia de organismos regionales eficientes, dividen América Latina y limitan su proyección exterior, explica el ponente. Tampoco existe unidad económica, los flujos comerciales interregionales apenas suponen el 15% del total. En el cuadro geopolítico, América Latina recibe más de lo que proyecta, comercia con una China desinteresada en proyectar su modelo y tiene en Europa su principal socio comercial e inversor.
Desde la perspectiva económica, la región que concentra el 7-8% de la población mundial no acaba de progresar. Las potencias demográficas evolucionan a potencias económicas, explica Lamo de Espinosa. Sin embargo, el crecimiento de América Latina es muy volátil y no converge a índices de países desarrollados como ocurre con otras regiones. Su PIB apenas supera al de la India. Además, es una región que, salvo México, Panamá y Chile, no se ha globalizado y con Brasil y México entre las mayores economías del mundo. El incremento de los salarios ha hecho que América Latina pierda su ventaja competitiva en la exportación de productos manufacturados, explica Lamo de Espinosa, y no tiene capacidad para equipararse y competir con las economías más desarrollas en el mercado de alto valor agregado.
Exportadora de alimentos, petróleo y minerales, su biodiversidad, sus bosques naturales, su potencial hidroeléctrico, sus minerales e hidrocarburos convierten a la región en una importante fuente de reservas naturales.
Tres problemas y un diagnóstico
La corrupción, la violencia y la desigualdad son “tres serios problemas” de la región, la más violenta y desigual del mundo. Tras tres lustros de descenso, la pandemia hace crecer de nuevo la desigualdad, la clase media se hunde y repunta la pobreza de los “indígenas”. Todo ello con grandes diferencias en el interior de la región que se agudizan con la globalización.
Estos tres problemas son el síntoma de un Estado débil, diagnóstica el ponente. La democracia cuenta con un solido apoyo de la población, pero con muy bajo grado de satisfacción con su funcionamiento y la calidad de sus instituciones. “La riqueza de las naciones depende, sobre todo, de la calidad de las instituciones públicas” apunta el ponente: “sin Estado de derecho, no hay economía de mercado eficiente”. Y para ello el Estado necesita recursos ficales “equitativos y bien administrados” y la presión tributaria en América Latina se sitúa en torno al 23% del PIB regional, muy por debajo del promedio del 35% de los países de la OCDE, lo que supone “una Administración empobrecida y mal pagada que se presta a la corrupción que genera violencia”. Asimismo, la pobreza y la desigualdad alimentan la violencia y desconfianza hacia el Estado y su déficit de protección y se recurre a protectores privados (mafias, maras, narcos…)
Lamo de Espinosa concluye su intervención haciendo referencia a la evolución de la región en los últimos 25 años, tiempo en que la democracia se ha consolidado, la renta per cápita se ha duplicado, la pobreza ha caído 20 puntos porcentuales y con una clase media que incluye ya a dos tercios de la población.