En los días inmediatamente posteriores a las inundaciones de la Huerta Sur de Valencia del 29 de octubre, muchísimas personas de toda España y de otros países han mostrado su solidaridad con las víctimas de la catástrofe de muchas maneras, no solo con el envío de dinero, sino también con la presencia física para echar una mano en lo que se pueda. En momentos de emergencia humanitaria se reactivan nuestros sentimientos de fraternidad y dejamos de lado la inercia de lo cómodo para sacar lo mejor de nosotros mismos. Lo malo es que este tirón de los sentimientos solidarios no suele durar mucho, y con el paso de las semanas solemos regresar a nuestra confortable rutina. Sin embargo, hay también muchas personas, afortunadamente, que se acuerdan de la solidaridad todos los días. Algunos la practican con personas cercanas, ejerciendo un voluntariado con personas discapacitadas, o con reforestación y recuperación de espacios naturales, o con ayuda a colectivos vulnerables como las mujeres maltratadas, los inmigrantes pobres, los niños y niñas en situación precaria, etc. Pero hoy quiero destacar al colectivo de las personas que se comprometen a diario en la solidaridad con las personas que viven en países empobrecidos, en los que falta el agua potable, el alcantarillado, la vivienda, el empleo digno y las demás condiciones de una supervivencia propia de seres humanos de nuestra época tecnológica y mundializada. Se trata de las personas que colaboran activamente en organizaciones solidarias para el desarrollo de los pueblos.
Todo el mundo llama a esas organizaciones «las oenegés», porque desde hace décadas, y por influencia del idioma inglés, se comenzó a llamar «Organizaciones No Gubernamentales» a las agrupaciones de la sociedad civil que, sin ánimo de lucro, realizan actividades de solidaridad con las personas sufrientes que viven en los países pobres, y también con algunos colectivos de inmigrantes pobres que viven en países como el nuestro. Pero en realidad, no es acertada la denominación «ONG», porque decir de una organización que no es gubernamental es nombrarla por lo que no es, cuando en realidad debería ser nombrada por lo que sí es. La filósofa valenciana Adela Cortina viene proponiendo desde hace años que se sustituya el rótulo «ONG» por el de «Organizaciones Cívicas», o bien «Organizaciones Solidarias» o alguna otra denominación similar que exprese lo que realmente son, y no lo que no son. Además, el rótulo «ONG» es muy equívoco, porque tampoco las empresas son gubernamentales, ni las familias, ni los clubes deportivos, ni otras muchas organizaciones. Hasta las mafias y el Ku-Klus-Klan —se ha llegado a decir— son ONG, puesto que son entidades organizadas y no pertenecen al gobierno.
Dentro del amplio mundo de las Organizaciones Solidarias, hay algunas, como venimos diciendo, que se han especializado en la ayuda al desarrollo de los pueblos empobrecidos. Algunas de ellas son muy conocidas, como Oxfam, Manos Unidas, Cruz Roja Internacional, Cáritas, Amnistía Internacional, etc. La mayor parte de ellas se agrupan formando una asamblea Coordinadora, que es una reunión permanente de estas organizaciones, creada para cooperar entre ellas y establecer sinergias que puedan dar lugar a una voz común ante la ciudadanía y ante las administraciones públicas, de cara al fomento de sus objetivos de concienciación, denuncia de las injusticias y construcción de un mundo mejor.
Las Organizaciones Solidarias para el Desarrollo que tienen presencia en nuestra región crearon en 1994 la Coordinadora de ONG para el Desarrollo de la Región de Murcia. Se acaba de celebrar, en el Centro Cultural Puertas de Castilla de la ciudad de Murcia, el pasado 22 de noviembre, el acto conmemorativo del 30 aniversario de la fundación de esta Coordinadora. El acto reunió, en un acto festivo y de reflexión compartida, a muchas personas que han colaborado y siguen colaborando en las tareas solidarias que se llevan a cabo desde la Coordinadora y desde las organizaciones componentes de la misma.
Fuente: Blog La Opinión de Murcia