“Desde que se produjo la Transición, que a mi juicio fue admirable, la ciudadanía se ha desmoralizado, ha perdido ilusión y fe en la democracia”
Adela Cortina (Valencia, 1947) es un referente ético y cívico. Miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, catedrática emérita de Filosofía Moral y Política en la Universidad de Valencia, directora de la Fundación para la Ética de los Negocios y las Organizaciones y directora del Grupo de Investigación de Excelencia “Éticas aplicadas y Democracia”. Ayer al mediodía, en Oviedo, antes de ponerse en el papel de jurado del premio “Princesa de Asturias” de Comunicación y Humanidades, dejó algunas reflexiones sobre la actualidad política nacional.
–Tengo que preguntarle por el suspense en el que el Presidente del Gobierno ha mantenido al país y que acaba de resolverse.
–No me ha parecido una situación de “suspense”, en absoluto.
–¿No?
–No. Yo no he dudado en absoluto del final, lo digo con toda sencillez. Desde que empecé a escuchar hablar de este asunto –que si unos días para reflexionar y después tomar una decisión…– pensé: estamos en la época de la economía de la atención. Lo que los medios de comunicación ponen en primer término es lo que llama la atención, y a mí esta me ha parecido una estrategia muy inteligente para llamar la atención. Efectivamente, toda España ha estado pendiente de lo que decía el Presidente del Gobierno.
–Y de lo que no decía.
–Sí, pero primero estaba la carta, una carta que se envía a todos los españoles. Eso en España es una novedad –en otros países no–, de modo que todo el mundo está atento, lo comenta, en los telediarios no se hablaba de otra cosa. Es uno de esos fenómenos de la economía de la atención: llamar la atención para que la gente esté pendiente de una determinada situación, un determinado mensaje, todo giraba en torno al mismo tema.
–Eso desde luego.
–Sí, pero yo, personalmente, no veía ningún motivo para dimitir, ni para marcharse. Que haya habido una serie de denuncias contra su pareja… Eso tiene una solución judicial, un proceso. La denuncia la llevan al juzgado, se admite a trámite o no se admite…, pero eso es algo que les pasa a todos los ciudadanos españoles que reciben una denuncia. Evidentemente, si la denuncia afecta al Presidente del Gobierno hay más gente interesada, pero no deja de ser algo que está ocurriendo todos los días. Ha sido una estrategia para captar la atención de los españoles.
–¿Para reforzar su posición también?
–Pues yo creo que sí, es lo que ha ocurrido. Todo el mundo pidiendo que se quede –todo el mundo que sale en los medios de comunicación, obviamente–. Los medios son los que mandan, tienen un poder tremendo. De lo que se trata es de un proceso judicial que no tiene por qué afectar a que un Presidente siga o no en su cargo, y los españoles estábamos estupefactos porque en el fondo todos pensábamos: ¿pero qué razón hay para dimitir? Es que no la había, sinceramente. Esto se hace para buscar el refuerzo de la gente leal, en este caso leal a Pedro Sánchez. Esa gente ha salido a la calle, se ha expresado y se ha visto cómo había un clamor para que se quedara.
–¿Ahora?
–El presidente del Gobierno va a seguir y supongo que no van a cambiar las cosas.
–¿Y es admisible esta forma de hacer política tan efectista?
–No es bueno que la política se emotivice, que se haga un puro discurso de jugadas y estrategias emotivas. No es en absoluto bueno, es malo para una ciudadanía que tiene que ser madura, escuchar, reflexionar y responder con argumentos, no con emociones. El puro emotivismo subjetivo no puede ser el discurso de la política. La política democrática tiene que moverse por medio de la argumentación y la deliberación.
–¿Sobra emotividad?
–Muchos de nosotros, trabajando en la filosofía política, descubrimos lo que se llamaba la democracia deliberativa, primero en el parlamento, pero también en la calle. No este derroche de emociones que al final no sabe uno muy bien de qué se está hablando. Hay que devolverle a la política la serenidad y la tranquilidad, no estar crispados unos con otros todo el tiempo, lanzándose esos reproches que son emoción pura. Deberíamos estar en un Estado de derecho. A mí me emocionan esas palabras: Estado de derecho, que es el imperio de la ley, no la arbitrariedad, el elegir a los amigos, tiene que haber argumentos. Las gentes que ocupan los puestos políticos tienen que ser competentes, gentes que buscan el bien común. Yo creo que la política es eso: la búsqueda del bien común por medio de la argumentación, esa democracia deliberativa, pero la verdad es que andamos muy lejos de eso…
–Eso parece.
–Muy lejos. Tuvimos un tiempo en el que estábamos más cerca. Desde que se produjo la transición política en España, que a mi juicio fue admirable, creo que hemos perdido muchísimo, la ciudadanía se ha desmoralizado mucho, en el sentido de perder la ilusión, la fe en la democracia, con unos gobernantes que eran gente muy preparada, con sentido de Estado y sentido común, por el bien de España y con todo el respeto hacia las comunidades autónomas. Aquel fue el mejor periodo de toda la historia de España, desde el comienzo hasta ahora. Los ciudadanos deberíamos reaccionar, nos va mucho en ello.
Fuente: epe.es
Fotografía: Luisma Murias